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En la búsqueda de la verdad, es que aparecen miles de formas de encontrarla, sólo encauzaremos la convergencia de nuestros pensamientos para luchar en encontrarla basandonos en los principios en los cuales creemos se fundan las bases de toda sociedad libre

martes, 30 de agosto de 2011

Reflexión de algo que se extingue.

En variadas ocasiones paso por el mercado de la ciudad, ya sea para ir al centro o a mi hogar, algunas veces lo hago en alguna locomoción o bien en una entretenida caminata. Según sea cuando pase de día o de noche el escenario cambia, de noche es un panorama casi desolador, restos de comida y de verduras, todo de un tono opaco, olor a orina, indigentes arrumados a un improvisado brasero o bien acostados al lado de los puestos. De día es sin duda una maravilla, hay vida, personas que trabajan en sus diferentes oficios sin olvidar que este mercado tiene un peculiar detalle, que este es un punto de convergencia de diferentes zonas geográficas y oficios, sea de la montaña, mar, al sur, etc., es una verdadera entretención lo que existe en ese lugar solo hay que mirar detalladamente, pero ¿Qué ha pasado en nuestras vidas que no miramos de la misma forma que personas que vienen de afuera?, ¿Qué ha pasado con nosotros que no sabemos valorar lo que tenemos en nuestra ciudad? o tal vez ¿la rutina nos ciega?.

Pues bien, creo que es hora de realizar una mirada atrás y rescatar parte de nuestra historia que identifica a ésta hermosa ciudad.

Este mercado está situado en la Plaza Sargento aldea cuya riqueza y colorido ha llamado la atención de escritores tal como: Antonio Acevedo, Marta Brunet y Tomas Lagos; también de pintores y dibujantes por ser: Carlos Dorlhiac, Gumercindo Oyarzo, Humberto Contreras y a su vez de folcloristas que han inspirado cuecas y tonadas en la que destaca una pieza clásica: la feria de Chillán de Elena Carrasco.

La Plaza del Mercado como la llama mucha gente, se fue gestionando a lo largo del proceso histórico de la ciudad. En los años de la “Guerra a Muerte” (1819-1824), en los que el gobierno nacional combatió con restos de las huestes realistas que asolaban la comarca, se estableció en el espacio que ocupa hoy el Mercado, el cuartel de las fuerzas gubernamentales.

La concentración estas tropas requirió de alimentos, leña, carbón, cuero, madera, éstas necesidades empezaron a ser satisfechas por campesinos, lo que al venir a ofrecer sus mercancías se convirtieron en demandantes de artículos manufacturados. Este fue el comienzo de de una relación comercial que se fue incrementando con el correr de los años.

A consecuencia del terremoto (1835) el nuevo Chillán se estableció en el espacio que hoy ocupa y la feria adquirió un fuerte impulso. La municipalidad dispuso de la Recova (lugar donde se reunían las carretas), ubicada en ese entonces próximo a la Plaza de Armas, ésta fue trasladada a terrenos municipales situados al norte de la Plaza la Merced en el año 1852, con esto se buscaba ocupar variados sitios vacíos que habían hacia el sector sur-oriente de la ciudad.

La construcción de la nueva recova comienza en 1858 y la municipalidad estableció la medida de ubicar las carretas que llegan del campo en aludida plaza.

La medida, que potenció la actividad comercial de la feria sabatina, se tornó permanentemente con la instalación de puestos en toda la plaza. De esta manera el mercado se instala en su actual ubicación, en esta se juntan la plaza Sargento Aldea y la Feria de Productos, la razón de esto es por la intensa actividad militar que vivió nuestra zona. La feria de productos se realizaba los días sábados.

En ese entonces Chillan era una de las plazas comerciales mas importantes del sur del Maule y la feria jugaba un papel decisivo. Por lo general llegan entre 400 y 2000 carretas con mercaderías los días sábados. Un par de años mas tarde se decidió ampliar la recova y se acuerda construir Toldos en la Plaza la Merced.

En el costado del sur, en la antigua calle Talcahuano, hoy Arturo Prat se colocaban las minúsculas carretitas montañesas; en la parte oriente, la que era la calle O’Higgins, hoy Isabel Riquelme se vendían muebles y otras artesanías. En las diagonales se situaban las vendedoras al detalle, frente al mercado estaban los tendales de causeo, las flores y otras mil cosas.

Al lado de la Recova existían puesto permanentes de zapatos, comidas, carnicerías, verduras y nuestras famosas longanizas. En las puertas de esta se ubicaban vendedoras de plantas, que ofrecían ropas de mujer, frazadas de lana y cubrecamas bordados.

El viejo mercado fue remodelado (1997) con un proyecto modernizador sin romper con la tradición, en el que, con la participación activa de los locatarios y del arquitecto Flavio Barrientos Chodiman, le empresa constructora de Orlando Muñoz, le cambio la cara al viejo mercado. Esta acción puede ser la más significativa realizada por la municipalidad en muchos años, esta modernización comprendió a su vez los comedores situados al frente, por el costado norte, donde a todos nos esperan esos “manjares celestiales” sobre los que escribe Marco Aurelio Reyes.

El mercado deslumbra por su artesanía, por la abundancia y calidad de los frutos del país que llegan desde el interior de la provincia, que conforman una oferta colosal de hortalizas, frutas y legumbres; la exposición de sus frutos y sus vendedores despertaran el apetito de cualquiera.

Lo que he podido rescatar a raíz de este trabajo, es que no solo nosotros hemos dejado de ver el mercado como algo maravilloso sino también nuestros dirigentes debido a que no protegen algo que es o podría ser un patrimonio, si lo comparamos con otras ciudades de Europa como ejemplo, ellos mantienen su historia y la tratan de mantener como lo era, ese es su patrimonio material, conservan sus edificios, calles (adoquines), etc. Pero en nuestra situación, de tratar de ser desarrollados solo tiramos cemento encima creyendo que será lo mejor y dejamos tapado junto con el antiguo camino la historia, nuestro patrimonio, mitos e identidad. Este pequeño espacio publico es una gran cuna que recibe a variadas personas y personajes, que a medida que pasa el tiempo van quedando olvidadas o bien han sido sacadas por que en ello se interpone un permiso municipal y el dinero. Atrás han quedado cantores populares que le daban un toque de tradición, como también han desaparecido variadas picadas en la cual la gente podría ir a conversar con sus amigos y hacer nuevas amistades a través de un buen pipeño, o talvez ir a disfrutar ricas comidas típicas hechas con recetas de personas que ya han muerto pero reviven en cada plato que se sirva.

Por último y para concluir creo que tenemos que parar, oler, ver y saborear lo que es nuestra razón de ser y que no se pierda tan rápido el patrimonio que nos ha visto crecer y desarrollarnos.

Escritos al mercado de Chillán

  • La feria en esta ciudad es algo que sale de la propia entraña de la provincia, altiva y palpitante como un acelerado corazón[1].`

  • “No todas las ciudades ofrecen al visitante espectáculos vernaculares de la índole chillaneja, de estos que comunican al espectador el sabor, la gracia y el alma de una comunidad, traduciendo lo que ella crea y produce, lo que siente y lo que vive, lo que gusta y lo que desestima. En el caso del mercado de Chillán, centro ya consagrado como indispensable para adentrarse a un mundo de bullente actividad, emporio del folclore regional en donde florece, para deleite de los ojos, la agreste variedad de las formas surgidas de ágiles manos creadora, Todo un mundo de atrayente colorido”[2]

  • La Plaza de la Merced, retazo español, español si, pero a su vez retazo de zoco morisco. Con cacharritos de greda ñeque una mano pueril pintó la greda indígena y dio forma de animal primitivo: con capacho de madera elaborada, tallada, policromada, ufania del huaso en la fiesta campera de la topeadura y de la trilla; con canastillo de mimbre, fino, pequeña, joya mas que juguete para que una manito de niño guarde allí los bolos de cristal ; con poncho negro y blanco que en la montaña será la defensa contra el viento y frío, lluvia y nieve, de un pecho de hombre en brava lucha con el pellín o el rebaño; con chupalla de copa puntuda, de cordón de colores y el fiador que ha de ceñirse a una barbilla adolescente galopando cara al alba en la carreta lechera, con chaquira; collar; caravanas, prendedor, colorían, dorado, enchapado, para la coquetería de la campesina en la donosa vuelta de la cueca, como también es el pañuelo de seda , de seda pura y de puro rojo… Y el grito pregonero y la música del organillo que muele melodías, y el hombre de las caturritas amaestradas que venla suerte, y la vieja de las fritangas y la que en la carreta chanca-señora de la leña y del carbón- tiene un juego que pedir y no admitir regateo”[3]

  • “Hay que imaginarse lo que debe ser la feria cuando está completamente encubierta. Vendedores y compradores se entienden a gritos. Es un ruido que afluye de todas las zonas, se confunde y esparce; un ruido que alcanza todo el carácter de una sinfonía rural, grandiosa, inexpresada. Cantan los ciegos, acompañados de sus guitarras o acordeones; se alza la voz gangosa de los organillos; acaricia la voz de las mujeres, dominan los gritos de la muchedumbre. Los gritos se producen al mismo tiempo, el ruido es una trepadora que sube y se enrosca en la vida de los espectadores y actores de esta farsa magnifica”[4]
  • “Las voces se trenzan vertiginoso de sonidos yu palabras, se confunde y se alcanzan en la gran plazuela febril”[5]


[1] Antonio Acevedo Hernández, escribío sobre la actividad que desde el siglo apsado se lleva a cabo en las instalaciones del mercado.

[2] Ernesto Vasquez Mendez, Profesor y escritor, libro el mercado de chillan.

[3] Marta Brunet, La flor, Santiago 2-V-1939, El Mercado Único en Chile.

[4] Antonio Acevedo Hernández, La Discusión, Chillán, 4-X-1942, Feria de Chillán.

[5] Tomás Lago, Del Campo, Panorama y Color de Chile, 1939 p 166, Plazuela de Chillán

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